Por el camino que conduce al mar, algo me impulsa a detenerme donde se ubicaba una humilde casa rodeada de un pequeño terreno en cuyo centro permanecen tres aguacates sin fruto. La hierba se ha apoderado del resto. No se escucha ningún pájaro. El silencio es profundo, otorgándole al lugar una paz infinita. Respiro el aire fresco del otoño en las primeras horas de la mañana. De pronto, descubro su presencia y entiendo por qué hoy debía detenerme en este lugar.
Un gato bebe
rocío de la hierba.
Huerto baldío